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Queridos hermanos y hermanas misioneros:

Con profunda alegría por el misterio grande de la Resurrección del Señor, y tomando las palabras de la secuencia pascual, les saludo y me dirijo a ustedes con gran cariño y oración. Saludo, cariño y oración que hago extensivo a cada una de sus familias.

Al escribir esta carta me siento interpelado y agradecido por la gran manifestación de la Misericordia del Señor en los encuentros que se vivieron en el mes de Marzo. Sin duda, desde este centro misionero somos testigos de la transformación y del inicio de conversión de muchos hermanos y hermanas que viven su experiencia con Cristo en el encuentro.

Mis hermanos misioneros llegue a todos ustedes la voz gozosa de la Iglesia, con las palabras que el antiguo himno pone en labios de María Magdalena, la primera en encontrar en la mañana de Pascua a Jesús resucitado. Ella corrió hacia los otros discípulos y, con el corazón conmovido, les anunció: «He visto al Señor» (Jn 20,18). También nosotros, que hemos atravesado el desierto de la Cuaresma y los días dolorosos de la Pasión, hoy abrimos las puertas al grito de victoria: ¡Ha resucitado! ¡Ha resucitado verdaderamente!

Todo cristiano revive la experiencia de María Magdalena. Es un encuentro que cambia la vida: el encuentro con un hombre único, que nos hace sentir toda la bondad y la verdad de Dios, que nos libra del mal, no de un modo superficial, momentáneo, sino que nos libra de él radicalmente, nos cura completamente y nos devuelve nuestra dignidad. He aquí por qué la Magdalena llama a Jesús «mi esperanza»: porque ha sido Él quien la ha hecho renacer, le ha dado un futuro nuevo, una existencia buena, libre del mal. “Cristo, mi esperanza”, significa que cada deseo mío de bien encuentra en Él una posibilidad real: con Él puedo
esperar que mi vida sea buena y sea plena, eterna, porque es Dios mismo que se ha hecho cercano hasta entrar en nuestra humanidad.

Así, pues mis hermanos: si Jesús ha resucitado, entonces ha ocurrido algo realmente nuevo,  que cambia la condición del ser humano y del mundo. Entonces Él, Jesús, es alguien del que podemos fiarnos de modo absoluto, y no solamente confiar en su mensaje, sino precisamente en Él, porque el resucitado no pertenece al pasado, sino que está presente hoy, y vivo. Cristo es esperanza y consuelo y está presente a través de tu entrega, tu bondad y tu alegría.

¡Felices Pascuas de Resurrección!
P. Eliézer López Mora, S.T.
Director Espiritual PMV

 

 

Dear missionary brothers and sisters:

With deep joy for the great mystery of the Resurrection of the Lord, and taking the words of the Paschal sequence, I greet you and I address you with great love and prayer. Greetings, affection and prayer that I extend to each of your families.

When writing this letter I feel questioned and grateful for the great manifestation of the Mercy of the Lord in the meetings that were lived in the month of March. Without a doubt, from this missionary center we are witnesses of the transformation and the beginning of conversion of many brothers and sisters who live their experience with Christ in the encounter.

My missionary brothers, come to all of you the joyful voice of the Church, with the words that the ancient hymn puts on the lips of Mary Magdalene, the first to find the risen Jesus on Easter morning. She ran to the other disciples and, with a moved heart, announced to them: "I have seen the Lord" (Jn 20,18). Also we, who have crossed the desert of Lent and the painful days of the Passion, today open the doors to the cry of victory: He has risen! He has truly risen!

Every Christian relives the experience of Mary Magdalene. It is a life-changing encounter: the encounter with a unique man, which makes us feel all the goodness and truth of God, which frees us from evil, not in a superficial, momentary way, but frees us radically, It heals us completely and restores our dignity. This is why Mary Magdalene calls Jesus "my hope": because it was he who made her reborn, gave her a new future, a good existence, free from evil. "Christ, my hope", means that every desire of mine for good finds in Him a real possibility: with Him I can
 I hope that my life is good and that it is full, eternal, because it is God himself who has become close until he enters our humanity.

So, my brothers: if Jesus has risen, then something really new has happened, which changes the condition of the human being and the world. Then He, Jesus, is someone we can trust in an absolute way, and not only trust in His message, but precisely in Him, because the risen one does not belong to the past, but is present today, and alive. Christ is hope and comfort and is present through your dedication, your goodness and your joy.

Happy Easter!
 P. Eliézer López Mora, S.T.
 Spiritual Director PMV


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